Ciencia y sociedad han vivido siempre a velocidades distintas: la ciencia, cuyo tiempo es relativo por definición y donde error nunca es sinónimo de fracaso sino de avance; y una sociedad acostumbrada a las emociones inmediatas, a los resultados instantáneos.
Hoy, la situación sanitaria nos ha obligado a pararnos.
¿Es el momento de sincronizarnos?